Escrito: Todos los 13 de Septiembre

Hola a todos queridos lectores! Hoy os traigo un escrito que surgió de la nada, ni siquiera sabía en lo que acabaría cuando empecé a escribir. Solo dejé que las palabras fluyeran a través de mi. El escrito de hoy es especial para mi. El título hace referencia al día en el que mi abuelo Victor falleció. Espero que os guste, y si mi abuelo desde dónde quiera que esté lee esto espero que lo disfrute.



Todos los 13 de Septiembre.


Las gotas de lluvia arremetían contra los cristales de la ventana, los truenos resonaban por toda la estancia, el cielo parecía quebrarse cuando los relámpagos aparecían en el cielo. Y, aún así, nada podía despertar a la pequeña criatura que dormitaba en la habitación.

Su diminuto cuerpo se volvía una bolita de mantas y sueños. Sus manitos se aferraban con fuerza a un pequeño conejito de peluche, como si se lo quisiera llevar a soñar con él. Su pequeña cabeza se encontraba cubierta por un pequeño gorro de algodón con motivos de ositos y apenas una pequeña pelusilla de lo que sería su cabello era capaz de observarse sobresalir de el.
El pequeño ser descansaba en el interior de una blanca cuna de madera sin enterarse de todo el ruido que la tormenta en el exterior provocaba.
Y la única razón para que esa criatura se sintiera tan segura en medio de lo que parecía ser el cielo rompiéndose, era porque tres personas velaban su sueño.
La primera de ellas; su madre. Sentada en una mecedora al lado de la cuna observaba a su hijo dormir. Tapada con una manta y tarareando una nana aún sabiendo que el niño ya duerme profundamente.
La segunda; su padre. Acostado en el sofá de la habitación esperando a que el amor de su vida decida que ya pueden dejar a la luz de sus vidas solo en la habitación.

Y parece que ese momento ha llegado, pues la mujer se levanta silenciosamente de la mecedora, dobla cuidadosamente la manta y se agacha a besar por última vez a su niño. Lo mira desde arriba y después de revisar que el niño se encuentra bien arropado, se gira y coge de la mano al padre de su hijo guiándolo fuera del cuarto. Es la primera vez que el niño duerme solo en una habitación y la mujer se siente incómoda dejándolo sin supervisión. Aún así, sabe que todo estará bien. Algo le dice que su niño está siendo cuidado mientras ellos se van.

Y tiene razón.

Pues en la ahora vacía habitación del niño, la tercera persona hace su aparición. Su figura es la de un hombre de edad avanzada, pelo blanco y ojos brillantes. Pero algo extraño ocurre con este hombre. Su cuerpo es casi translúcido, como un fantasma.
¿Pero que razón tendría un fantasma para cuidar de un recién nacido?

Y la respuesta parece casi obvia al observar al hombre acercarse a la cuna del niño. Contemplándolos a ambos a la vez se puede ver el gran parecido entre los dos. La misma nariz puntiaguda, los mismos labios finos, y, si el niño decidiera despertar y enseñar sus ojos, podríamos ver el mismo color de ojos. El mismo marrón chocolate con ese brillo juguetón en la pupila.

El hombre se agacha e intenta tocar al niño, pero su mano solamente lo traspasa. Aún así, el niño parece haberlo percibido pues abre los ojos y se queda contemplando al fantasmagórico caballero.
De repente, una risa cantarina resuena en la estancia. El niño ríe y estira sus brazos al cielo intentando tocar al hombre que lo mira sonriendo. Pero el hombre no puede alzarlo en brazos, no puede abrazarlo como tanto le gustaría, no puede acariciarlo. Sin embargo, aún sabiendo todo eso, vuelve a inclinarse sobre la criatura hasta posar sus pálidos y translúcidos labios sobre la frente del niño.

De repente, la puerta de la habitación se abre y el padre del niño entra en la estancia. A venido a ver que es lo que a provocado la risa de su hijo que le ha despertado por el intercomunicador. Pero nada le prepara para lo que se encuentra al mirar hacia la cuna en la que se encuentra su hijo.

-¿Abuelo?

El padre del niño se encuentra desconcertado. Camina hacia la cuna y se pellizca el brazo creyendo estar soñando.
El pellizco duele y la lágrimas saltan a sus ojos. No está soñando. Y no puede evitar estirar la mano e intentar tocar al hombre que se encuentra junto a su hijo, al hombre al que no ha visto en tantos años, al hombre del que no fue capaz de despedirse y decirle cuanto le quería. A su abuelo.

-¿Eres tu?

Pregunta mientras las lágrimas se deslizan sin control por sus mejillas. El hombre asiente con la cabeza y le dedica una sonrisa. Después, vuelve a centrar su mirada en su bisnieto. El padre del niño se coloca a su lado y observa a su hijo que ya se ha vuelto a dormir.

-¿Has venido a verlo?

La única respuesta que recibe es un ligero cabeceo afirmativo.

-¿Volverás después de esta noche?

Su abuelo asiente con la cabeza y señala al calendario que hay colgado en la pared. El número 13 de Septiembre rodeado en rojo con un corazón.

-¿Te veré todos los 13 de Septiembre?

El hombre vuelve a asentir.

-¿Vendrás a ver a tu bisnieto en todos sus cumpleaños?

Otro cabeceo afirmativo y el padre del niño suelta una ligera risa. Su hijo, la luz de su vida, ese pedazo de su corazón, había nacido el mismo día que su abuelo lo había dejado. Solo que años más tarde. Que irónico, el día en que la vida le había quitado algo era a la vez el día en que la vida le había dado el regalo más maravillosos del mundo.

El reloj dio las 2 de la madrugada y el hombre de cuerpo fantasmal se giró hacia la ventana. Caminó hasta ella y miró al exterior. La tormenta había parado y las nubes comenzaban a despejarse. La luz plateada de la luna iluminó al hombre frente a la ventana. El hombre se giró y se despidió de su nieto con la mano. Su nieto le devolvió el gesto con una sonrisa en el rostro, aunque eso no evitó que silenciosas lágrimas siguieran deslizándose por sus mejillas.

La luz de la luna pareció disolver el translúcido cuerpo del hombre y este, como en un sueño, desapareció.

El padre del niño devolvió la mirada hacia su hijo y se agachó a besarle la frente. El niño se removió entre sueños abrazando de nueva cuenta a su conejito de peluche.

-Descansa, Victor. Sigue soñando un poco más.

Y con esas palabras el padre del niño se dirigió la la salida de la habitación, deseando llegar junto a la mujer de su vida para contarle todo lo sucedido esa noche.


Y juntos esperarían ansiosos, todos los 13 de Septiembre que aún están por llegar.





Espero que os haya gustado!! Los comentarios son bien recibidos!

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5 comentarios:

  1. Hermoso Ari, me hiciste llorar. Te quiero muchísimo y al abuelo seguro le encantó la historia

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    1. Muchas gracias! Me alegro de que te haya gustado!

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  2. Hermosísimo...el abuelo te aplaude desde el cielo...estoy más que orgullosa de vos...besotes

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  3. Hermosísimo...el abuelo te aplaude desde el cielo...estoy más que orgullosa de vos...besotes. Tu abu Leo.

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